Tras las invasiones, los reinos
germánicos se consolidaron en Occidente. Los más importantes fueron el
reino franco, el visigodo y el lombardo. Se constituyeron en frágiles
monarquías hereditarias.
Primeros reinos germanos
La primera oleada de asentamientos
germanos la protagonizaron los godos (visigodos y ostrogodos), vándalos,
burgundios, suevos y alanos. Esta fase se caracterizó por la amplitud
de la zona invadida, ya que estos pueblos se desplazaron desde las
orillas del mar Negro hasta la península Ibérica y el norte de África.
Los grupos de inmigrantes eran pequeños, por eso los germanos fueron
minoritarios respecto a la población romana que habitaba esos
territorios.
Los reinos bárbaros más importantes en esta fase fueron:
- El reino ostrogodo, que abarcó Italia y Dalmacia. Los ostrogodos vivieron momentos de esplendor con Teodorico, pero fueron finalmente absorbidos por el imperio romano de Oriente.
- El reino visigodo, que se extendió por parte de la Galia y de la península Ibérica. Tras lograr su unidad territorial con Leovigildo y la unidad religiosa con Recaredo, se mantuvo hasta el año 711, en el que, sumido en graves disensiones internas, cayó bajo el dominio musulmán.
- El reino burgundio, que ocupó el centro de la Galia.
Estos reinos tuvieron corta vida. De todos ellos, solo el de los visigodos subsistía en la segunda mitad del siglo VI.
Consolidación de los reinos germanos
Una segunda fase de invasiones estuvo
protagonizada por los francos, alamanes, anglos y sajones. En esta
ocasión, las invasiones fueron acompañadas del desplazamiento masivo de
población y en algunos casos se llegó a producir hasta una profunda
germanización lingüística.
Los reinos bárbaros que se fundaron en esta segunda oleada fueron mucho más duraderos que los anteriores.
- El reino franco se estableció en la Galia, de donde expulsaron a los visigodos. Los francos tuvieron en las Galias mayor estabilidad y su reino se consolidó gracias a Clodoveo.
- Los alamanes se instalaron en torno al Rhin.
- La heptarquía anglosajona se formó en Gran Bretaña. Anglos, sajones y jutos crearon siete reinos, que en el año 827 fueron absorbidos en uno solo por Egberto de Wessex.
En una última oleada, los lombardos se instalaron en Italia, y los ávaros se establecieron en las llanuras de Europa central y oriental.
Organización política
Los germanos, atrasados culturalmente
respecto a la población preexistente, no pensaron nunca en destruir la
organización romana, que además admiraban. Sin embargo, inevitablemente
crearon algo distinto al introducir sus propias tradiciones.
Los reinos germanos se organizaron en
monarquías que sufrieron a su vez la influencia imperial romana. Al
principio el rey era elegido por los nobles y, como consecuencia, muchos
reyes eran depuestos e incluso asesinados por conspiraciones, lo que
suponía una gran debilidad para la institución. Poco a poco, algunas
monarquías se hicieron hereditarias.
Los reyes contaban con un consejo que
los asesoraba en los temas de gobierno y los ayudaba a impartir
justicia. El poder militar en algunos territorios lo ejercían los
duques, que muchas veces eran jefes de alguno de los pueblos que habían
sometido. En las ciudades, los personajes más destacados eran los
obispos y los condes o mayordomos de palacio, que asistían a los reyes
en el gobierno, y que eran como servidores personales del rey.
También se fue perdiendo el concepto de
ciudadano para dar paso a las relaciones de fidelidad, entre nobles y
campesinos, y entre los nobles y el rey.
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